La fina línea se dibujó en el
ancho cielo de la media noche. Estrellas
y cometas parecían girar en torno a ella. No era una galaxia, ni siquiera una
nebulosa, tampoco un arcoíris que, por
extrañas razones, se hubiera enderezado, aunque sus colores estaban ausentes.
La línea, por momentos de fuego,
por momentos de sombra, por momentos etérea y en otros sutil y espuria,
permaneció visible el tiempo que dura un parpadeo de hombre mirando al cielo.
Cuando se hubo desvanecido por completo, abajo, en el profundo abismo de todas
las incógnitas, unos seres, llamados humanos, le ofrecían estruendosas bengalas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario